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jueves, 28 de agosto de 2008

A PROPÓSITO DE LOS OLIMPICOS DE BEIJING

Vinieron y se fueron los olímpicos, pude vérmelos a través de la excelente transmisión de Señal Colombia y de un Canal cubano habilitado por el servidor local de TV Cable. Fueron trasnochadas y madrugadas intensas para ver las pruebas de gimnasia artística, atletismo (son las que más me gustan) y uno que otro partido de voleibol o baloncesto. Es innegable que China ha realizo unos grandes juegos, tal vez de los mejores de la historia: los magníficos escenarios, la calidad de los competidores, la cantidad de records olímpicos y mundiales pulverizados, la organización milimétrica y el impresionante triunfo de los anfitriones en la tabla de medallería. En el aspecto deportivo y organizacional, China cumplió.


Pero no del lado político. En diversos medios, incluyendo la Internet, se ha debatido de la realidad de los derechos humanos en China. Amnistía Internacional denuncia enérgicamente que el gobierno chino no ha cumplido con su promesa de liberar la censura a la prensa; se ha dicho que la página Web de la ONG de derechos humanos ha sido bloqueada. Que las autoridades son muy estrictas con la prensa si creen que esta se ¨desvía de su función informativa¨. Ya vimos el tortuoso viacrusis de la llama olímpica a través del mundo occidental: protestas de activistas pro Tibet que no pueden mostrar su descontento en su país de origen. Para mí, este lado turbio de China mancha todo lo bueno que ha hecho en materia de organización para los olímpicos. Ahí están las numerosas vejaciones cometidas contra los tibetanos, las persecuciones contra los ¨practicantes de credos clandestinos¨, la matanza de Tianamen (no olvidemos que el régimen autor de este crimen aún está en el poder) Todo esto denunciado por numerosas organizaciones en el mundo occidental, incluyendo Amnistía Internacional y Periodistas sin Fronteras. La fastuosidad de los juegos ha hecho olvidar de un tajo la gravedad de estos hechos. Muchos periodistas han caído en la ¨chinomanía¨ y se ofuscan cuando CNN (el canal norteamericano) o Amnistía insisten en que la prensa está restringida en Beijing.

Pude comprobar esto cuando el periodista del programa radial “la W”, Alberto Casas Santamaría, criticó al canal CNN por mostrar como las autoridades chinas aún restringen la libre prensa en los juegos. Según el mencionado periodista ¨no hay ningún tipo de restricción, por lo tanto CNN está exagerando¨ y para demostrarlo, le preguntó a los diferentes corresponsales enviados por la W a Beijing si han sentido alguna molestia con las autoridades chinas. Estos dijeron que no, que han realizado su trabajo sin contratiempos. Entonces Casas concluyó que la molestia de CNN se debe a que no entiende el modo de trabajar de los orientales, cuyo estilo es aplicar las reglas estrictamente. Muy equivocado, o más bien desenfocado, está el experimentado periodista. Lo que protesta CNN no es que las autoridades chinas sean estrictas en la aplicación de las reglas (eso es normal en EU, Japón, Alemania o cualquier país civilizado) no, lo que protesta es que el gobierno chino politiza deliberadamente su relación con la prensa libre. Si ven, por ejemplo, algún referente político en el comportamiento de un periodista proceden contra el, ya sea advirtiéndole sobre la inconveniencia de su accionar o, si lo ven necesario, invitándole a que se retire (sin descartar el uso de la fuerza) Quisiera pedirle a un periodista de la W apostado en las calles de Beijing que reparta entre los turistas unos folletos donde se lean, en diferentes idiomas, material informativo sobre la matanza de Tianamen y las victimas tibetanas. No pasaría Mucho tiempo antes de que un policía le decomise los impresos y quien sabe, le quite la acreditación. Claro, si el periodista centra su labor estrictamente en los temas relativos a los juegos, como lo hacen los corresponsales de la W, no le va a pasar nada. Ahí está el meollo del asunto, Sr. Alberto Casas Santamaría

Para que los lectores incautos tengan una idea de lo que quiero decir, haré una comparación con nuestro país. Mande a pedir 500 ejemplares del semanario VOZ (elaborado por el partido comunista, que es fuerte opositor al gobierno del presidente Uribe) viaje a Cartagena y repártalos entre lo turistas que desprevenidamente pasan por la calle; si quiere, monte un puesto dedicando exclusivamente a vender este periódico. Siempre y cuando haga su labor sin utilizar violencia, podrá regalar o vender su material. Ningún policía, o funcionario del gobierno, le va a quitar los impresos. Esto pasa porque legalmente existe la libertad de expresión, la libertad de expresar el malestar hacia el régimen; o de protestar contra él. Durante la marcha del 20de Julio, pude apreciar que había gente repartiendo volantes donde denunciaban que el gobierno viola los derechos procesales de los pedidos en extradición; mientras otros recopilaban firmas para el referendo de la reelección. Ambos bandos estaban en el mismo escenario, sin ser acosados por ninguna autoridad. También vi muchas pancartas alusivas a numerosísimas organizaciones: ONGs, colegios, universidades, sindicatos, opositores al gobierno, grupos de protesta etc, etc. Este espectáculo, tan normal y común en nuestro medio, no es posible verlo en China.


Estas olimpiadas también pasarán a la historia por el andamiaje mediático armado por el gobierno chino. Nadie se resistirá al encanto de una organización ejemplar que denota la fortaleza material de una nación comunista, y de partido único, que utilizo el capitalismo para convertirse en pilar fundamental de la economía mundial Pero, y así lo pienso yo, China sólo será una verdadera potencia cuando se convierta en un régimen totalmente democrático. Tal vez, un día de estos el régimen que reprimió duramente a los estudiantes de la plaza de Tianamen, acaso decida convocar al pueblo chino para preguntarle si quiere seguir con el sistema actual o se cambia por uno democrático multipartidista liberal. Si el pueblo escoge el segundo, se convoca una constituyente, se hacen referendos en Tibet y Taiwán para que sus pueblos definan su autonomía definitiva; se convocan elecciones parlamentarias y presidenciables (para escoger jefe de Estado) donde participarán varios partidos de diferentes ideologías (incluido el comunista); se dará pleno estatus a la oposición, a los sindicatos, plena libertad religiosa, restablecimiento de las relaciones con el Vaticano. Una vez definido el jefe de Estado y la conformación del parlamento por medio del sufragio universal, se escogerá un primer ministro.

¿Ficción utópica? Seguramente, pero es lo que le falta al país del dragón rojo para entrar en el selecto grupo de las potencias.