Pensé que el hecho de que el gobierno ya no pueda definir la ilegalidad de un paro podría explicar la proliferación de levantamientos laborales de los últimos días. Pero, indagando más sobre el particular llegué a la conclusión de que no es así. En la más reciente edición de la revista Semana, en un artículo titulado “Los inconformes”, se analiza el fríamente el fenómeno. “Lo curioso de este polvorín social es que cada protesta tiene motivaciones distintas. La mayoría busca reivindicaciones como el aumento y la nivelación salarial, pero tampoco están exentas de hacer parte de un juego político para poner en aprietos al gobierno, y generar la sensación de que hay un caos social”, observa el citado semanario. Y es cierto, no cabe duda que todos estos paros y movimientos no son simultáneos por pura coincidencia, sino, porque están en armonía con una estrategia para desestabilizar de alguna manera el gobierno del presidente Uribe. La pregunta del millón es ¿Hasta donde llegará este movimiento?
Empezaron con la protesta de los camioneros, siguieron con la de la rama judicial (recientemente finalizada), la movilización de los corteros de caña de azúcar, el reclamo de los empleados de entidades como
Igualmente se busca una efectiva y visible oposición política que tendrá repercusiones internacionales, sobre todo si se tiene en cuenta que estamos a puertas de una elección presidencial norteamericana donde seguramente ganará el candidato demócrata Obama que, además de criticar el tratamiento del sindicalismo por parte del gobierno de Uribe, ha estado en contra de la firma del TLC con Colombia.
Ante este estado de cosas, los impulsores de la protesta esperan que el presidente empiece a perder popularidad y gobernabilidad. Cuando hayan pasado varios embates (sucesivas oleadas de paros y movilizaciones a lo largo del próximo año) un impopular Uribe podría ceder a todo o a la mayoría de los reclamos sindicales , renunciar definitivamente a su tercera reelección y terminar su segundo mandato desprestigiado para darle paso a un triunfal gobierno de izquierda.
Este es, pienso yo, la naturaleza del guiso que se podría estar cocinando. Y los más grave de todo es que en el fondo no beneficia a nadie, ni siquiera a los trabajadores, obreros, indígenas etc. Todo el país, su fuerza laboral y empresarial se hundiría junto con el presidente en medio de una severa crisis económica. El nuevo gobierno social que tanto sueñan los opositores no tendría el más mínimo de gobernabilidad para cumplir sus promesas.
Y EL GOBIERNO…
Tal como lo dice el artículo de Semana, la reacción de gobierno ante el levantamiento laboral no ha sido la más afortunada. Aquella otrora capacidad, mezcla de fortaleza e inteligencia propios de un verdadero estadista, que tenía el presidente para enfrentar a sus duros opositores esta ausente vez. Ahora asume una actitud de más confrontación que no ayuda precisamente a la resolución del conflicto. Por ejemplo, si bien es probable que haya infiltración de las FARC en la protesta indígena, no fue prudente lanzar esa acusación en forma general. Lo cual, fue tomado por el líder del levantamiento, el senador indígena Jesús Enrique Piñacué, como “... una criminalización de la protesta social”
El presidente Uribe debe tomar el toro por los cuernos, pero con inteligencia y serenidad. Pienso que debe evitar, por el momento, insistir en las acusaciones de infiltración terrorista, llamar a los líderes de las protestas a un diálogo público (con la presencia del gabinete ministerial, el Procurador, el Defensor del Pueblo y de un representante de un ente internacional) y discutir con ellos sobre los asuntos relacionados con sus reindinvicaciones.
De esta forma, le estaría quitando pie a la estrategia de los promotores de todos estos levantamientos de desestabilizar el gobierno. Los dejaría en una posición tal, que no podrían acudir más al bloqueo de vías, la destrucción de los bienes públicos y las huelgas salvajes para hacer sus reclamos. Y daría un mensaje a la comunidad internacional, y a Obama (posible futuro presidente de EU) de que en Colombia los trabajadores e indígenas pueden hacer con toda libertad sus reclamaciones en un ambiente de franco diálogo.
Espero que el presidente, que está rodeado de personajes muy “duros” que lo envalentonan, retome su verdadero espíritu de concertación para resolver esta grave crisis.
Sólo el Partido Liberal ha asumido la prudente posición de espectador de los acontecimientos; cosa que no ha hecho el PDA, quien no ha dudado en aprovechar las protestas (si es que no tiene que ver directamente con ellas) para pescar en río revuelto. De boca del presidente de esa colectividad, Carlos Gaviria, ha apoyado abiertamente e irresponsablemente la protesta indígena a sabiendas de que en ella se han estado usando artefactos explosivos no convencionales (armas no convencionales prohibidas por la legislación internacional) que han herido gravemente a varios policías Yo le pregunto al Dr Gaviria ¿Acaso a usted, un hombre pacifista, no le merece un comentario el hecho de que el movimiento que tanto defiende este usando este tipo de armas? ¿No ha visto los videos donde se ve claramente que los anti motínes están repeliendo los manifestantes, no agrediéndolos? ¿Está usted de acuerdo que los indígenas lancen papas explosivas a los policías que intentan desalojarlos de la carretera? Sepa usted que un escuadrón anti motines está preparado sólo para repeler piedras y palos, no para repeler artefactos explosivos dotados de metralla.
Si el Polo Democrático Alternativo fuese un verdadero partido de izquierda responsable que ejerciera un esquema de oposición responsable, llamaría a las partes a la concordia; le daría firme apoyo moral a los indígenas, pero condenando el uso de la violencia (papas explosivas, bloqueos, destrucción de infraestructura), y prestaría sus servicios para mediar en el conflicto. No obstante, la realidad es otra, si no, miren el sitio Web del PDA.
Según últimas noticias de la prensa nacional, habrá una reunión el Domingo entre el presidente Uribe y los indígenas. Espero que prime el espíritu de concertación y disposición al diálogo entre las partes. Ya antaño el presidente ha demostrado saber relacionarse en términos constructivos con diversas comunidades indígenas de la costa, así que esta vez es muy probable que asuma la misma actitud ( aunque las comunidades nativas con las que va a hablar ahora, tienen posiciones más radicales )
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