Se cumplieron las elecciones en Chile, dando como ganador al candidato de la derecha democrática Sebastián Piñera, de la Coalición por el Cambio. Todo ese proceso democrático se cumplió dentro del más alto grado de civilidad y fina cultura democrática que se pueda ver en país alguno. El candidato perdedor, el izquierdista Eduardo Frei, no espero el final oficial de la jornada para felicitar a su oponente. El mismo fue e al sede de Piñera para felicitarlo y desearle un buen gobierno, al tiempo que prometía una oposición constructiva y encaminada a lograr la prosperidad y el bien de la nación chilena. ¡Qué gesto de humildad, gallardía y grandeza! ¡Qué sentido de la democracia civilizada que no piensa en ambiciones personales ni partidistas, sino en el bien supremo de la nación!
Chile demostró tener una cultura democrática igual que cualquier país desarrollado, a pesar de que su democracia lleva apenas 20 años funcionando, ¡Qué envidia, de la buena! Ojalá este ejemplo sea calcado algún día por los dirigentes opositores de mi país .La oposición en Colombia es vista por muchos políticos (no todos, hay que reconocerlo), como un ejercicio electorero a largo plazo que consiste en este razonamiento: acepto la derrota de mala gana y me dedico los siguientes cuatro años a debilitar políticamente al gobernante en el poder, atacándolo fuertemente con un esquema de oposición total que no reconoce el más mínimo logro y niega de tajo cualquier espacio de concertación. Todo esto con el fin de recoger réditos políticos que permitan acceder al poder en las siguientes elecciones.
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