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miércoles, 13 de junio de 2007

EL NÓBEL DE LA FARSA.

Resulta que ahora, le han
otorgado el premio Nobel de la Paz a una
persona que promueve, y apoya, una
práctica tan abominable, cruel y despiadada
como lo es la excisión.

Cuando me enteré por ahí que el premio Nobel de la Paz se le había otorgado a una mujer de cálida y fraterna apariencia como lo es la kenyana Wangari Maathai, ministra del medio ambiente de su país, me di por satisfecho. Como no celebrar que a una persona que ha luchado enconadamente, desde su posición gubernamental, por el medio ambiente del continente africano. Como no celebrar, además, que una pacifista confesa como ella no mereciera un premio de ese prestigio. Veía a la señora Wangari como una defensora decidida, no solamente del medio ambiente, sino, de los derechos humanos de la mujer. Me imaginaba que ella, como buena conocedora de los principios morales y éticos consagrados en la carta de las Naciones Unidas, estaría en contra de todas esas injusticias y atropellos que se cometen contra la mujer en los países musulmanes.

Pero ¡OH sorpresa! Leyendo una excelente columna de la periodista cubana Gina Montaner, titulada “Deforestación de la mujer”, me entero que la ganadora del famoso Premio Nobel de la Paz, es una firme defensora de la excisión del clítoris de la mujer. Quedé atónito, abrumado, y muy decepcionado. Pero no solamente me ha decepcionado la señora Wangari, sino también, el jurado que le otorgó el premio. Como lo dice bien Gina Montaner. “… a Maathai no le ha dado el premio una institución musulmana, sino nada menos que unos noruegos liberados.”

En efecto, el Nobel de Paz lo da un país civilizado, una sociedad civilizada, inspirada en los principios occidentales que supusieron tantas vidas y guerras para poder ser refrendados en el mundo. El Nobel de Paz recoge precisamente el idealismo filantrópico de un personaje tan insigne como lo fue Alfred Nobel, quien quiso legar a la humanidad los premios que llevan su nombre para promover la cultura, las ciencias, la paz, y los derechos humanos. ¿Es que esto, que lo sé yo, un ciudadano colombiano que vive muy lejos de Noruega, no lo saben los jurados del premio? ¿Se les olvidó la esencia de los premios Nobel? ¿Cómo es posible que premien con tan importante distinción a una persona que apoya una práctica tan horrenda?

Para que ustedes tengan una idea de lo que es la excisión, se los diré muy brevemente: en ciertos países musulmanes, unos 28 según la columna de Gina Montaner, a las niñas se les extirpa el clítoris con sus labios mayores y menores, y se le cose la vulva. De tal manera que sólo queda un pequeño agujero para la menstruación y la orina. Así, la niña queda literalmente castrada, mutilada, y deformada, humillada en su condición de mujer. Lógicamente que esta práctica es condenada en todos los países civilizados, incluido el nuestro, donde es castigada con años de cárcel. Viola absolutamente todos los estatutos y normas del derecho internacional humanitario, incluida la carta de las Naciones Unidas. Es una práctica cruel, abominable, horrenda; fielmente igual, o tal vez peor, a las que hacían los bárbaros Nazis con los niños y mujeres judías. Es inconcebible que el jurado del premio no haya tenido en cuenta el apoyo de la señora Wangari a la excisión como atenuante para no darle el Nobel.

Entonces ¿Para qué sirve el Nobel de la Paz si no se le da a personas integras en todos los campos? ¿Acaso sólo le importo al jurado la labor de la señora Wangari en el campo del medio ambiente, ignorando el de los derechos humanos?
Pienso, con todo el respeto que se merecen los premios Nobel, que este ha sido, y valga la redundancia, el Nobel de la farsa. Han premiado, como lo dice textualmente Gina Montaner, a “… una apologista de la barbarie porque se han quedado en juicio meramente superficial y colorista de esta defensora de la flora africana.” Parece, en efecto, que para el jurado de los Nobel es mucho más importante la forestación de los países africanos, que la violación flagrante de los derechos de la mujer que en ellos se comete.

Si alguna vez la ganadora del Premio Nobel de la Paz visita nuestro país, no le daré, desde mi conciencia, la bienvenida. Con todo el respeto que se merece, digo que no es una persona digna de esa distinción.

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